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De GIF a tormentas de fuego, ¿Qué ha pasado este 2019?

Comienza la era de los piro fenómenos

2019 nunca dio comienzo a una campaña de incendios forestales, porque la de 2018 nunca terminó. California despidió el año conviviendo con las secuelas del incendio más mortífero de la historia desde que se tienen registros, dejando 48 muertos y centenares de desaparecidos.

En el hemisferio norte los fuegos empezaron en primavera. China ardió registrando graves incidencias de entre las que cabe destacar el fallecimiento de 30 personas, 27 de las cuales eran bomberos que quedaron atrapados cuando un cambio de dirección del viento avivó las llamas que abrasaban el entorno forestal de la provincia de Sichuan.

En mayo, los vientos inusualmente racheados provocaron un rápido crecimiento de los incendios en Canadá, obligando a las autoridades a evacuar a 10.000 personas. Días más tarde, un satélite de la NASA captó la imagen de un río de humo corriendo hacia el este a través de Alberta, Sakatchewan y Manitoba. La intensa quema alimentó las nubes de piro cúmulos (nubes de fuego producidas por un intenso calentamiento del aire, con columnas generadoras de vientos de succión en superficie) que lanzaron humo hacia la atmósfera y permitieron que los vientos rápidos de alto nivel lo transportaran largas distancias. Los restos de los mega incendios de Norteamérica llegaron a alcanzar la Península Ibérica.

 

 

Durante los meses de junio y julio, incendios sin precedentes azotaron Siberia y las regiones norte europeas con fuegos que consiguieron arrasar vastas extensiones por continuidad y disponibilidad de combustible. Este tipo de incendios, poco frecuentes en el círculo Ártico, presentaron una mayor incidencia debido a las condiciones de aridez del terreno tras una temporada de sequía.

 

 

El mismo mes de julio, Alemania enfrentó un incendio que afectó 6 km cuadrados de bosque y obligó a evacuar varias localidades en el noreste del país. Aunque las afectaciones fueron menores y la intensidad de los fuegos no permite catalogarlos como eventos extremos, supusieron un gran desafío para el estado federado de Mecklenburgo-Antepomerania, que nunca había registrado un episodio similar. Las autoridades tuvieron que hacer una inversión sin precedentes en equipamientos de extinción debido a la falta de previsión.  

 

Episodios extremos de vientos secos y recalentados en advecciones de sur (confluencia de vientos locales con un anticiclón que arrastró aires cálidos provenientes del Sahara), azotaron la parte oeste de Europa. Así, vimos grandes fenómenos convectivos en Portugal, España, Canarias y Francia. Todos ellos con grandes capacidades de penetrar en la atmósfera y generar piro cúmulos.

 

En agosto, el Amazonas ardió de punta a punta; Brasil, Uruguay, Paraguay. Uno de los incendios forestales en Bolivia llamó la atención vía satélite: se produjo un salto de comportamiento y de velocidades que se repitió hasta cinco veces seguidas. En la selva seca hay tales cantidades de combustible disponible que, expuestos a una atmósfera con gran energía latente, generaron las condiciones idóneas para que la formación diaria de piro cúmulos pudieran evolucionar a piro cumulonimbus, las popularmente conocidas como tormentas de fuego. Nubes convectivas de grandes dimensiones que aprovechan la inestabilidad del aire de los fenómenos convectivos para transferir la energía de los incendios en altas cuotas, y que posteriormente colapsan y recaen desencadenando en vientos violentos.

 

Las dimensiones, carreras, progresiones de los incendios en Bolivia se catalogaron como eventos extremos. En los últimos 20 años hemos podido observar este fenómeno dos veces en Sudamérica: una en Chile y la otra en Argentina, que fueron monitorizados para su posterior estudio y aprendizaje. Incendios de tal magnitud imposibilitan los trabajos de extinción, permitiendo solo la gestión en días de oportunidad claves y confinamiento de frentes, forzando la necesaria cooperación internacional mediante aportaciones analíticas.

 

En plena agitación mundial por los incendios en la cuenca del Amazonas, una imagen de satélite de la NASA revelaba que en África central había más incendios que en Brasil. Solo en Angola y el sur de la República Democrática del Congo había más de 10.000 fuegos activos, frente a los 2.127 del país sudamericano.

 

El episodio de lluvias en Bolivia se produjo al tiempo que empezaba la campaña de incendios en Indonesia, que puso al límite los cuerpos de extinción asiáticos, esta vez conviviendo con fenómenos convectivos en las regiones más áridas del país. Se quemaron miles de hectáreas. Aunque los incendios son comunes en Indonesia, especialmente al final de la estación seca (de abril a octubre) se observó una actividad mucho más intensa que la media debido a la aridización de regiones como Sumatra y Kalimantan.

 

Cuando el hemisferio norte empezó a calmarse y los modelos marcaron las primeras lluvias de otoño, los fuegos de Chile, Argentina y Sudamérica despertaron, mostrando comportamientos intensos muy tempranos. Tras una temporada fría y seca, la predicción es de inestabilidad y grandes incendios para esta región.

 

En octubre, los incendios habían arrasado más de medio millón de hectáreas en Australia. Los fuegos de gran intensidad propios de la zona se vieron exacerbados por las altas temperaturas, que desencadenaron en fenómenos extremos comprometiendo la calidad del aire, contaminando las aguas y arrasando la flora y la fauna. Durante el mes de noviembre, una oleada de fuertes vientos provocó la simultaneidad de igniciones, que incrementaron todavía más su intensidad, poniendo en jaque a los equipos de emergencia y a la población. Afortunadamente, el sistema nacional dispone de medios tecnológicos para predecir episodios extremos (el paso de PiroCu a PiroCb) consiguiendo una mayor celeridad en las evacuaciones de zonas habitadas.

 

Algunas de las localidades en Nueva Gales del Sur han perdido hasta el 80% de sus casas y negocios. Se han producido confinamientos en la zona costera del Estado de Victoria, numerosos accidentes por situaciones de atrapamiento y se ha llegado a ratios de contaminación alarmantes. 28 víctimas mortales y 5 millones de hectáreas son el saldo que de momento deja esta oleada de incendios que sufre Australia desde septiembre, según datos oficiales.

 

Los expertos señalan que las temporadas de fuegos en el país oceánico serán cada vez más largas y severas debido al cambio climático. La costa este está experimentando una de las peores sequías de la historia, lo que significa que gran parte del país que ahora está ardiendo es extremadamente seco y se quema con mucha facilidad. Incendios impredecibles que han empeorado por las altas temperaturas récord y los fuertes vientos, incrementando su intensidad, velocidad, resistencia y prolongación en el tiempo.

 

Este cambio de paradigma plantea un nuevo reto: los equipos de tierra que deben combatir el fuego durante semanas, incluso meses, sin descanso, enfrentando una ola de calor tras otra ¿llevan el vestuario adecuado? ¿Disponen de equipos de aire para situaciones de atrapamiento? ¿Dispone la sociedad de sistemas de prevención suficientes para proteger a la población civil cuando las igniciones irrumpen las urbes?

 

Los incendios cobran una relevancia inusual cuando afectan a grandes núcleos de población. En Siberia las autoridades se movilizaron cuando el humo de los incendios traspasó fronteras afectando la calidad del aire de la capital mongola de Ulán Bator. Según datos de la NASA, a finales de julio las partículas contaminantes llegaron a alcanzar la costa oeste de Canadá. En California la opinión pública jugó un papel fundamental cuando las llamas abrasaron las casas de numerosos famosos, como la de Kurt Rusell. En Australia, saltaron las alarmas cuando los incendios cercaron Sídney, una de las ciudades principales del país y hogar para cinco millones de habitantes.

 

¿Qué consecuencias han tenido estos incendios forestales en la sociedad? Solo en España han arrasado 50.000 hectáreas (tres veces más superficie que en 2018), más de 15 millones en todo el mundo. Más de cien personas han perdido la vida atrapadas por el fuego. Otras miles han sido desplazadas o confinadas. Se han producido graves afectaciones para la salud: la Oficina de Medio Ambiente y Patrimonio de Nueva Gales Sur ha decretado que la calidad del aire en Sídney es peligrosa, 11 veces superior al límite de insalubridad en algunos barrios, en los que estar todo el día fuera equivale a fumar 34 cigarrillos. El escenario de 2019 ha sido terrorífico, ¿Estamos preparados para 2020?

 

Nos enfrentamos a unas condiciones que favorecen la aparición de incendios durante todo el año, con el consecuente incremento de días de riesgo. Nuestros paisajes altamente cargados constituyen un grave problema, pero el detonante es la crisis climática. Tenemos atmósferas más calientes, con más energía latente y más probabilidad de desarrollo de piro fenómenos. A la atemporalidad y magnitud de los nuevos incendios se suma la aparición de fuegos en zonas donde históricamente no se habían registrado incidencias.

 

Las tecnologías satelitales y de modelización meteorológica juegan un papel clave cuando se producen este tipo de episodios. El futuro de la extinción de incendios forestales debe encaminarse hacia la mejora de los sistemas de monitorización (para poder controlar fenómenos de pequeña magnitud con capacidad de escalar), y la dotación de conocimiento de los mandos operativos, sin olvidar la importancia de contar con una maquinaria eficaz y equipos de protección seguros para el combate en el suelo (la liquidación o remate en campañas duras son imprescindibles para evitar constantes reavivaciones). A ello debe añadirse el correcto mantenimiento de nuestros paisajes forestales para evitar la propagación del fuego por acceso de combustible en caso de incendio.

 

El cambio climático ha llegado para quedarse. Políticos, agricultores, gestores ambientales, equipos de emergencia y ciudadanos debemos trabajar conjuntamente para hacer frente a esta amenaza que se nos presenta. La naturaleza funciona como un sistema integrado, la sociedad debería tomar ejemplo de ello y trabajar en un mapa de acciones común.

 

 

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